"Existen afinidades entre lo nómada y la caballería, que en primer lugar son de función, pues los conquistadores nómadas suelen formar la aristocracia guerrera de los pueblos sometidos, y en segundo lugar y más profundamente, de casta, por así decirlo, ya que un caballero auténtico siempre tiene tendencias nómadas, así como un nómada aprecia las virtudes caballerescas. Advirtamos, empero, que no hay en el islam castas instituidas, a no ser que demos esta consideración al rango que en el plano social se les reconoce a los descendientes del profeta Muhammad. Mas éstos no ostentan privilegio alguno que se traduzca en funciones temporales o espirituales; constituyen sencillamente una 'élite' virtual. Si bien las castas no existen en cuanto instituciones, sin embargo existen en cuanto dotes naturales, y sólo se puede alcanzar el equilibrio colectivo en la medida en que aquéllas coincidan con las funciones que los individuos tienen en la realidad. ahora bien: las dotes están necesariamente relacionadas con la herencia, ley ésta que el pensamiento islámico nunca ha dejado de reconocer. La aristocracia de hecho, por tanto, siempre ha sido reconocida como tal. Desde otro punto de vista, el islam medieval reconoció las órdenes de caballería, incluso antes de que órdenes análogas se establecieran en el mundo de la cristiandad, ya que la ley coránica de la guerra santa [yihâd] proporciona el marco de la actividad espiritual que pone el acento en el heroísmo, la nobleza del alma y la abnegación; el vocablo Futuwwah, que define a estas órdenes, implica todas aquellas cualidades determinantes".
[Titus Burckhardt, El arte del islam, J. J. de Olañeta, Palma de Mallorca, 1988, p. 97].