"(...) el lenguaje humano en sí, por definición, es algo sagrado; por eso es una verdadera fechoría descuidarlo e incluso empujarlo al abismo, como se hace alegremente en nuestros días. Uno de los primeros deberes del hombre es hablar y escribir correctamente, de una manera noble, manteniendo siempre la mirada fija en la tradición, que representa y canaliza el origen divino; incluso las lenguas profanas, que son las nuestras, han salvaguardado en sí mismas ese elemento esencial -y en el fondo natural en el hombre- que es la dignidad. No ocurre evidentemente lo mismo con las jergas demagógicas que quieren imponernos en nombre de un sincerismo inspirado en la vulgaridad real o supuesta de las masas, y en todo caso propagada por los mass media. Por una parte se decide que el pueblo es trivial -olvidando que hay pueblo y pueblo- y por otra se le impone la trivialidad, a la que se considera la norma humana, cuando, de hecho, resulta de la irreligión, o sea de la pérdida del sentido de lo sagrado".
[Frithjof Schuon, Tener un centro, J. J. de Olañeta editor, Palma de Mallorca, 2001, pp. 168-169].
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