"No se trata de buscar
la reabsorción del mundo, sino de llevarlo a la apokatastasis: al frashkart, transfiguración o
rejuvenecimiento, en la terminología zoroastriana; qiyâmat, resurrección, en la terminología
shiíta. Pero sólo los "jóvenes", los yavânmardân, pueden cooperar en este
rejuvenecimiento. Y éste es el papel de los "Amigos de Al·lâh", de
los yavânmardân en
todos los grados en que pueden estar situados en este mundo, en todos los
planos de su yavânmardî, de su caballería. Hay una frase
admirable de uno de los grandes místicos iranios del siglo XII. Rûzbehân de
Shîrâz, que dice, hablando, de los Amigos de Al·lâh: "Son los ojos por los que
Al·lâh no deja de mirar al mundo". Pensamos
en todas las resonancias que la palabra "mirar" tiene en francés.
Estos "Amigos de Al·lâh" son los ojos por los que Al·lâh mira, es
decir "mira por" el mundo, se preocupa o se siente concernido por él;
todos nuestros espirituales están de acuerdo en este punto: gracias a ellos,
gracias a su comunidad incognito, gracias a su polo místico que es
el Imâm, el mundo de los hombres continúa subsistiendo. Hay ahí una función de
salvación cósmica que es infinitamente más importante y que tiene un alcance
inconmesurablemente mayor que toda función social".
[Henry Corbin, El hombre y su ángel. Iniciación y
caballería espiritual, Destino,
Barcelona, 1995, pp. 228-229].
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