El destino de la raza roja
[Las distintas tradiciones caballerescas -los samurais japoneses, los indios norteamericanos, los maoríes polinesios o los sufíes musulmanes, encarnados en un Emir Abdelkader, por ejemplo-, por el hecho de convivir habitualmente y por vocación con el sufrimiento y la muerte y su práctica denodada por el dominio de sí mismo, poseen nobleza y grandeza de manera casi natural. Veamos lo que el maestro sufí Frithjof Schuon afirma acerca del destino fatal de los pieles rojas norteamericanos, a quienes tanto admiró, como homenaje a una tradición espiritual y caballeresca no lejana en cuanto a talante de la Futuwwah sufí. Nota de la redacción].
"El piel roja sólo podía vencer o morir; es la base espiritual de esta alternativa lo que confiere al destino de la raza roja un aspecto de grandeza y de martirio. Los indios no sucumbieron simplemente porque fueran el bando más débil, sucumbieron porque representaban una nobleza y una espiritualidad incompatibles con el mercantilismo del hombre blanco -porque encarnaban un carácter, una idea, un principio, y, por ser lo que eran, no podían ser infieles a sí mismos-. Este drama inmenso podría definirse como una lucha, no sólo entre una civilización comerciante y materialista y otra caballeresca y espiritualista, sino también entre la civilización urbana -en el sentido estrictamente humano y peyorativo del término, con todo lo que implica de artificio y servilismo- y el reino de la Naturaleza, considerada vestidura majestuosa, pura e ilimitada del Espíritu divino. Y de esa idea de la victoria final de la Naturaleza (final porque es primigenia) sacan los indios su inagotable paciencia frente a las desdichas de su raza; la Naturaleza, de la que ellos se sienten encarnación y que es al propio tiempo su santuario, acabará venciendo a este mundo artificial y sacrílego, pues ella es Vestidura, el aliento y la propia Mano del Gran Espíritu".
[Frithjof Schuon, El sol emplumado, J. J. de Olañeta editor, Palma de Mallorca, 1992, pp. 59-60].
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